En Bangladés, la violencia está a la orden del día. Los extremistas asesinan a los blogueros laicos, los opositores al gobierno desaparecen sin dejar rastro, los miembros de la minoría hindú sufren ataques.
El reportaje muestra que el equilibrio entre las fuerzas seculares y religiosas, entre la democracia y el Islam, choca con cada vez más obstáculos. Ya la independencia de Bangladés está relacionada inseparablemente a un baño de sangre. Alrededor de tres millones de personas habrían muerto en la lucha por la separación de Pakistán en 1971. Pakistán sigue siendo una república islámica, Bangladés ha establecido el secularismo como un principio estatal en su Constitución. El conflicto entre las fuerzas islamistas y seculares divide el país hasta la actualidad y afianza esa imagen en el exterior. Al mismo tiempo, los datos de desarrollo en Bangladés son positivos. El crecimiento económico anual es de más del seis por ciento desde hace una década y el país se ha convertido en el segundo mayor productor textil del mundo después de China. El gobierno hace todo lo posible para atraer dinero extranjero. Sin embargo, esta priorización de la inversión internacional explica también en parte la negativa de la élite política a admitir el aumento de un islamismo violento. En el verano de 2016, Bangladés experimentó el ataque terrorista más grave. En pleno centro del distrito diplomático de la capital, Daca, un comando terrorista integrado por hombres jóvenes asesinó a 20 rehenes en un café, entre ellos 18 extranjeros. El autoproclamado Estado Islámico reivindicó la autoría del ataque. Pero el gobierno niega la presencia de células de "ISIS" y Al Qaeda en Bangladés. La política del país está marcada por la animosidad personal entre las dos mujeres más poderosas: Sheikh Hasina del partido Liga Awami y Khaleda Zia del Partido Nacionalista de Bangladés (BNP). Recién en febrero, un tribunal especial condenó a Khaleda Zia a cinco años de prisión por corrupción. Al parecer, la principal política de la oposición no podrá presentarse a las elecciones previstas para diciembre.
Sheikh Hasina, la hija del fundador del Estado, Sheikh Mujibur Rahman, gobierna Bangladés desde 2009. Se ve a sí misma como mediadora entre las fuerzas seculares y las islamistas. Pero brutales actos de violencia como los asesinatos de blogueros críticos de la religión y la restricción de la libertad democrática demuestran que el equilibrio le resulta cada vez más difícil.